sábado, 27 de junio de 2009

La voz en el teléfono

No es la primera vez que veo esto. Ni tampoco va a ser la última.
Cada vez más personas, cualquiera sea su edad, se pasan un viaje de bondi de aproximadamente media hora hablando por celular. Cortando y volviendo a llamar. Incesable e incansablemente.

Esta vez fue una señora.

Ni bien me subí al bondi sentí una voz escandalosa que hablaba sola. La sentí a pesar de mis auriculares, que lanzaban música lo suficientemente alto como para tapar el sonido latoso del motor del rodado.

A partir de ese momento, el cotorreo no paró.

Se trataba de una señora de unos 40 y largos, rubia muy evidentemente teñida y cargada hasta la manija. Pero su voz... su voz era simplemente insoportable. La señora tenía una bocina de camión con zorra, esas que tienen un volumen tan alto que hacen parar el tránsito y despiertan a cualquiera a hectáreas a la redonda.

Insoportable.

Junto a mí y otros 5 pasajeros más, subió otra señora que cometió la equivocación de sentarse junto a la bocina andante. Pronto se arrepintió de su elección y optó por levantarse del asiento con una sonrisa indignada y prefirió quedarse parada antes que soportar su blablarerío obstinado.

Al rato otro joven cayó en la trampa del asiento vacío y fue víctima del vómito de palabras, solo para escaparse paradas después cuando se desocupó el asiento que tenía inmediatamente detrás.

Incluso mi compañera de asiento fue atrapada en la conversación solitaria. Pero me parece que era más por chusma que por otra cosa.
En resumen: media hora de relatos banales a la mitad, que nadie pidió asistir y a todos incomodó.

Sólo una parada antes que yo, una sola, la mujer se bajó. Todavía sentada levantó maniobrando cuidadosamente y con la mano libre que le quedaba los tres bultos que portaba: dos bolsas y una mochila. Se dirigió tambaleando hacia la puerta delantera y se avalanzó en un tropiezo hacia el pasamanos más cercano, agarrándolo con todas las fuerzas que su meñique podía hacer. Logró increíblemente mantenerse en equilibrio hasta que el ómnibus se detuvo en su parada.

Y así se bajó, sin dejar de hablar por el celular.